La raíz silenciosa de muchos conflictos: la falla en la comunicación
- telescoagustina

- hace 6 días
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A veces creemos que los conflictos aparecen por grandes diferencias, por desacuerdos profundos o por la personalidad del otrx. Pero, en realidad, una de las causas más frecuentes es algo mucho más simple: la comunicación no funciona como un puente, sino como un muro.
Podemos hablar el mismo idioma, compartir un vínculo, querer llegar a un acuerdo… y aun así sentir que hablamos lenguas distintas.
Las palabras se dicen, pero no llegan. O lo hacen, y llegan distorsionadas, no se comprenden. Se confunden en el camino.
Muchas veces, dos personas incluso están diciendo lo mismo, pero desde formas tan diferentes que parecen opuestas. Otras veces, lo que se escucha no es lo que se quiso decir.
Hay tono, emoción, expectativas, historia personal… cada unx trae su propio diccionario interno.
La comunicación deja de funcionar cuando no logramos traducir nuestro mundo interno al lenguaje del otrx. Y ahí es donde aparece la incomprensión, el roce, la distancia.
No es falta de interés, es falta de traducción emocional.
La comunicación asertiva no es “hablar bonito” ni evitar el conflicto: es aprender a expresar lo que sentimos, necesitamos y pensamos de un modo claro, honesto y respetuoso, cuidándonos y cuidando el vínculo.
Es una práctica de encuentro: entre lo que yo digo, lo que vos escuchás y lo que construimos juntxs en el medio.
La comunicación humana no es solo lenguaje. Es emoción, corporalidad, inseguridades, necesidades, límites, miedo al conflicto, deseo de conexión. Por eso, antes de poder comunicarnos con otrxs, necesitamos un paso previo que solemos saltar:
Primer paso: conocernos a nosotrxs mismxs
Para comunicar con claridad, de manera asertiva, primero necesitamos saber qué nos pasa adentro.
¿Qué siento realmente?
¿Qué necesito?
¿Qué deseo y qué no estoy dispuestx a aceptar?
¿Qué límites me gustaría poner?
¿Qué expectativas traigo a este vínculo?
Sin este mapa interno, lo que decimos se vuelve confuso, contradictorio o impulsivo. Es muy difícil que el otrx pueda entendernos. No podemos comunicar lo que no podemos identificar o no conocemos.
Y, para conocernos, necesitamos un lenguaje emocional más rico. Muchas personas sienten “algo” pero no pueden nombrarlo, o se quedan en categorías muy amplias: “bien”, “mal”, “enojadx”, “triste”.
El vocabulario emocional no es una habilidad nata: se entrena.
Una herramienta que suelo recomendar es la Rueda de las Emociones de Robert Plutchik, que ayuda a explorar matices, descubrir emociones secundarias y ponerle nombre a lo que sentimos con más precisión.
Nombrar una emoción es como prender la luz en una habitación oscura: todo se vuelve más claro.
Cómo llevar ese autoconocimiento a la comunicación asertiva
Cuando ya podemos reconocer lo que sentimos, necesitamos y deseamos, aparece el segundo paso: ponerlo en palabras de un modo que construya, no que aleje.
La comunicación asertiva es ese puente entre nuestro mundo interno y el encuentro con el otrx. No busca tener razón, sino generar claridad, respeto y entendimiento.
Para practicarla, podemos apoyarnos en algunas claves simples:
1. Nombrar la emoción y la necesidad
Cuando nos expresamos desde la emoción verdadera, las conversaciones cambian.
Ya no reaccionamos, sino que compartimos.
Ejemplos:
“Siento tristeza cuando esto ocurre y me gustaría que lo revisemos juntxs.”
“Me siento confundidx y necesito claridad antes de decidir.”
“Estoy frustradx y necesito un momento para reorganizarme.”
2. Hablar desde el “yo” en lugar del “vos”
Las frases centradas en el “vos” suelen activar defensas: “vos nunca”, “vos siempre”, “vos no entendés”.
El enfoque asertivo trae la experiencia a nuestro registro personal. Esto baja la tensión y abre espacio para el diálogo.
Ejemplos:
“Yo me siento sobrecargada cuando se suman tareas sin avisar.”
“Yo necesito más tiempo para procesar esta información.”
3. Ser clarxs y específicxs
A veces sabemos lo que sentimos, pero no qué queremos.
Ser asertivxs implica decirlo de forma concreta, sin vueltas ni suposiciones.
Ejemplos:
“Necesito que coordinemos los horarios por escrito para evitar confusiones.”
“Me ayudaría que me avisaras con un poco más de anticipación.”
4. Sostener el límite sin perder la calidez
La asertividad une firmeza y amabilidad: puedo cuidar el vínculo sin dejar de cuidarme a mí.
Ejemplos:
“En este momento no puedo tomar más responsabilidades, pero puedo ayudarte a buscar otra solución.”
“Te escucho, pero necesito que hablemos sin levantar la voz.”
5. Escuchar de verdad
Comunicar no es solo hablar: es aprender a escuchar para comprender, no solo para responder.
Esto implica curiosidad genuina, silencio atento y la voluntad de ver el mundo desde los ojos del
Preguntas que ayudan:
“¿Cómo lo viviste vos?”
“¿Qué necesitás en este momento?”
“¿Qué fue lo que más te impactó de esta situación?”
La comunicación asertiva no es un talento especial, es una práctica cotidiana. Es un camino que empieza hacia adentro y se despliega hacia afuera.
Una forma más amable de relacionarnos con nosotrxs mismxs y con lxs demás.
Cuando podemos identificar lo que sentimos, cuando lo nombramos, cuando lo expresamos con claridad y cuando escuchamos con presencia, los vínculos se vuelven más livianos, más honestos y más humanos.
No se trata de evitar conflictos o de hablar perfecto, sino de atravesarlos con más consciencia, menos ruido y más conexión.
Con amor, Agus



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